domingo, 2 de enero de 2011

Algunas percepciones sobre nuestro panorama político.

Xebastian Pineddo.

El panorama político electoral está intenso, está movido. Los diversos grupos y agrupaciones políticas están ultimando detalles organizativos y programáticos para lo que será un hecho decisivo en nuestra historia republicana. Unos se juegan sus privilegios y posiciones sociales y económicas; otros, su existencia legal; otros, se esfuerzan por presentarse como nuevas figuras vestidas con recuerdos del pasado. Otros reniegan de su pasado más reciente. Pero pocos juegan por quedarse – buen tiempo - en la conciencia y las preferencias de la población, convertida periódicamente en electores. En realidad, la situación lo amerita: los máximos cargos representativos del país, no son cosa de improvisación, ni mucho menos, de obstinación.
La cuestión es bastante compleja, ya que la sociedad peruana hoy es distinta a la de hace una década, para no ser tan retrospectivos, en términos objetivos y subjetivos. Los grandes proyectos y movimientos políticos duermen el sueño (o pesadilla) de los justos, los esfuerzos se individualizan más; a la vez que la vida del país discurre entre la practicidad económica, el clientelismo político y fragilidad partidaria, la desconfianza colectiva y las valoraciones utilitarias de la cultura como contraste a nuestra problemática nacional.
Quienes pretenden representarnos van saliendo de a pocos de su tocador y, como vemos, van ofreciendo el menú de propuestas a gusto del cliente. Pero pocos hablan de cambio, del real, para no ser retóricos. Y es que como estamos, las circunstancias lo requieren. Lo urge.
Corresponde a (todos) los agrupamientos políticos hablar de esto. Más aun, a los que se ubican a la izquierda del espectro político, y que se reclaman dispuestos a cambiar-nos.
El último suceso ocurrido en las filas del campo popular (la alianza MNI, FS; TL, etc.), y un silencio cómplice del PNP (hoy GANA PERU) respecto a los próximos comicios nacionales, en un escenario de definiciones, no hace sino contribuir con elementos de juicio y prácticos a confirmar la frivolización de nuestro ambiente político y reafirmar la agonía de las – por demás - débiles agrupaciones políticas de nuestra sociedad. De hecho, no es sorpresiva desde la derecha, pero en la izquierda sí que preocupa.
¿Es que aun no asimilamos las lecciones del pasado? ¿Hasta cuándo nos perseguirá la maldición de la división, estrechez y mezquindad políticas? ¿Y qué de los mesías o salvadores que se arrogan liderazgos? ¿El cambio lo hace una sola persona, grupo o agrupación?
Esta alianza, en lo concerniente a gustos y preferencias, lo que hace, más que polarizar el espectro político (derecha-izquierda), es confundir a un gran sector de la población que pide, exige y hasta ¡clama¡ el cambio a condición de la unidad contra el continuismo, la desvergüenza, la intolerancia, la pobreza, la corrupción, la exclusión, la marginalidad, la inseguridad, el desempleo y otros problemas que aquejan a nuestro país.
Sin embargo, nos entrampamos en pequeñeces, aducimos principios para evitar uniones, o nos sectorizamos para adanizar nuestros agrupamientos y marcar terreno para las próximas contiendas electorales. Nada de esto, claro está, le agrada al pueblo, ni mucho menos, capta sus preferencias. Y eso se castiga: en las ideas, en las calles, en las urnas…
A pesar de las tardanzas, ya es hora de ponerse las camisas, los guantes y las botas para recuperar tiempo y confianzas perdidas. Comencemos por casa. Seamos francos, nos necesitamos.

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